13 May
13May


Si algún ámbito contribuye de forma determinante a la expansión, conservación o inauguración de expresiones estéticas concretas, ese es el hogar: el espacio social y arquitectónico básico por excelencia.

En la España de los años 40 ó 50, prácticamente al margen de las renovaciones que en el campo de las artes aplicadas y alrededores se podían estar dando en el resto del mundo, el interés por la “modernización” del hogar, por la renovación del lenguaje doméstico (de la vida en general) se circunscribió a las clases más acomodadas que podían viajar al extranjero y apreciar lo que se podía estar cociendo por allí para luego, permitirse intervenciones en sus casas con cierto “nuevo estilo”, aunque sin demasiadas concesiones, no fuera que se llamase demasiado la atención. O a los profesionales liberales que, ya sea por esnobismo o por propio gusto personal, introdujeron novedades electrodomésticas o alguna tipología de mobiliario a lo “Lady” (1951) de Marco Zanuso. El pueblo llano, asistía al espectáculo de la modernidad, como eso, un espectáculo, una ciencia ficción pasajera, como entretenimiento, por medio del cine la mayoría de las veces o las primeras revistas glamourosas. Para el pueblo: mesa camilla y brasero, crucifijo e iconografía litúrgica familiar (bodas, comuniones, bautizos, muertos... enmarcados), los “altares domésticos”.

Los “altares domésticos”. 

La práctica de los ”altares domésticos” en la vivienda ibérica (sobre todo si los moradores son personas mayores) reflejan las motivaciones sentimentales internas, lo que yo llamo la ”decoración existencial” o trascendente, que se mezcla con una manipulación del ornamento, intuitiva con una pretensión esteticista que parte precisamente de principios culturalmente heredados, ya que no forman parte de una dinámica de proyecto, de ”profesionalización” diseñística.

Altares, como los de los toreros cuando despliegan sus santos y devociones varias en los hoteles antes de las corridas, como escudo místico protector. También se usan tradicionalmente en los camerinos de los actores de teatro, rodeándose de ellos mientras se maquillan para la función. Muerte y espectáculo, drama e iconografía, que se convierte desde la visión familiar, en escenario para el recuerdo, la nostalgia, la presencia imposible (muertos). La manipulación barroca de los recuerdos, los regalos, el kitsch familiar...


Imágenes: titular del post, altar doméstico. Interior, "Altar español" (1970) de Alfredo Alcaín (MACVAC - Museu d’Art Contemporani Vicente Aguilera Cerni de Vilafamés, Castellò de la Plana)


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