01 Sep
01Sep


Básicamente, por esto: fragmento de texto introductorio del programa de un taller producido por Bilbao Arte (Ayuntamiento, BBK, Diputación, Gobierno Vasco) en el 2009: el texto es real, no me lo he inventado en un ataque de delirium tremens:

“Ante las nociones de visualidad y velocidad asociadas como características del análisis en diferido que la crítica inmaterial y el espectáculo, proyectan sobre los diferentes fenómenos contemporáneos (naturaleza, medio, sistema, forma, dinámica e ideología) proponemos un encuentro directo en la base interior del trabajo artístico, siguiendo la relación específica que los autores aquí presentes establecen entre proceso particular de realización/visualización, y las operaciones de intercambio susceptibles de ser activadas para situar desde la experiencia concreta, hasta los cambios acaecidos en nuestra percepción diaria de lo real. En la actual coyuntura de sobrexposición de las economías de realidad, la actividad artística muestra otro tipo de efectividad respecto a las técnicas de inmediación, advirtiendo nuevas formas de aproximación intersubjetiva, tanto íntimas como protagonistas...”

El uso del lenguaje como forma de creación de élites ficticias haciendo del mensaje, de la comunicación, terreno incomprensible, a la vez que en muchas ocasiones, absurdo; ¿objetivo? el rechazo de los códigos del arte contemporáneo por el pueblo.

Por supuesto que el título de éste capítulo no hace honor a la realidad de la relación popular con el arte contemporáneo, para empezar porque para odiar algo tienes que conocerlo o haber sido agredido por ello gravemente en alguno de tus pilares morales, vitales o humanos. El trato no da para tanto, pero la frase utilizada nos hace reflexionar desde la radicalidad una realidad que, por otro lado, nunca ha molestado al artista, aún cuando éste fuese de extracción humilde: nada puede perturbar su auto-realización creativa. Es más, el arte es uno de los caminos que precisamente, alejan de la masa informe.

Y mientras más extraña e inquietante sea su obra, más se reafirma su peculiaridad ante los demás. En realidad y hablando en términos entendibles, lo que le molesta a la gente de a pie sin demasiada base artística, es que haya gente que se gane la vida “haciendo mamarrachadas” y con toda la razón del mundo; eso molesta incluso al ciudadano avezado en la materia y a muchos profesionales del arte. Quizás el problema es que en verdad, existe en el arte actual, demasiada mamarrachada. Al artista, sobre todo al actual con aspiraciones de éxito, le molesta sobremanera que le asocien al "populacho", y al pueblo a su vez, le molesta la arrogancia de esta actitud, con lo cual, la predisposición de éste a “entender” o degustar la obra contemporánea no es digamos, demasiado entusiasta.

Imágenes: cabecera, público en el CNAC Georges Pompidou de París. Interior, ante Tapies en el IVAM de Valencia


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