Me da la impresión, percibo, que la ética contemporánea se ha convertido en una cuestión, primero, de números: un genocidio (como es la cosa palestina hoy) perturba descomunalmente al ser humano, es normal; pero la eliminación de 5, 100… 850 personas, no tanto; me llama la atención la capacidad que tenemos de transformar las cosas, dependiendo de intereses concretos: que alguien me explique (retórica) porqué niños, “errores” inocentes, asesinados en contextos bien cercanos, fueron asimilados por una parte de la sociedad vasca, como “daños colaterales” (por apoyo, cobardía, omisión o el “mimetismo del miedo”) y en Gaza es asesinato (que lo es) sin ambages; lo dicho, cuestión de números. Que a qué viene esto ahora? viene por la teoría de la “proporcionalidad lógica, por afectación cercana”: si la mitad de la energía, la protesta y la visibilidad social que está ocurriendo con este tema 3000 km por medio, se hubiese empleado en su momento con “lo de aquí”, habríamos ganado también en dignidad humana, eh? además, alguna gente adalid de estas causas en la actualidad, miraron hacia el suelo o hacia arriba silbando, cuando pasaba la muerte cerca, en su barrio, en su pueblo, hace dos días…
 
Y segundo, conectado con lo anterior, la ética depende también de intereses ideológicos (para los que “miraban hacia abajo”, desde luego): Palestina es el símbolo mundial de los “pueblos oprimidos sin estado” y merece solidaridad, pero por ejemplo, los cristianos civiles masacrados en Nigeria, no (o si es que sí, se disimula muy bien), incluso si detrás, para su desgracia, están los miserables de Hamás. Palestina simboliza “al oprimido del mundo” de forma universal: en cuestiones identitarias, de género, de clase, de lo que sea, es como un espejo donde se refleja el/la que “se siente” rechazado, contestatario, subversivo… importante: no “se cree, se piensa”, no, “se siente” -> la cultura de lo emocional-subjetivo.
📸 Mihaela Noroc 🇷🇴 
Y cuidado con las amistades; sólo digo eso, cuidado con quien se junta uno. Marzieh Ebrahimi es la chica de la imagen, rociada con ácido en Isfahán (Irán) en 2014 por dos individuos: a día de hoy, no hay nadie condenado.
.
.
.
.
.